¿Qué puedo hacer?

Por Eduard , 31 Julio 2025
Soporte a Palestina

La situación es insostenible. Cada día veo imágenes de Gaza publicadas en las redes sociales y en otros medios de comunicación. Hay un genocidio. Niños mutilados, cuerpos sin vida, hambre, muerte por inanición, ciudades y pueblos completamente arrasados, terror, tristeza, desesperanza, desesperación… La masacre del pueblo palestino perpetrada, día tras día, por el Estado asesino de Israel.

En Gaza ya no queda prácticamente nada. Casi todos los hospitales han sido destruidos, lo mismo que las escuelas y universidades. De todas aquellas infraestructuras imprescindibles para que una sociedad pueda vivir con normalidad, apenas queda algo. Los heridos no pueden ser atendidos con garantías, se realizan operaciones sin anestesia, los recién nacidos mueren por falta de alimentos, la población bebe agua del mar, no hay comida en los mercados, y lo poco que se encuentra proviene de la ayuda humanitaria, manipulada por la mafia del Estado israelí a precios desorbitados.

Yo solo escucho el silencio de Occidente y los gritos de quienes las bombas les han arrancado extremidades, hijos, padres, hermanos, amigos y la dignidad.

En las redes sociales, la mayoría sigue compartiendo su vida exenta de bombas, sangre, muertes y hambre, y son muy pocos los que se pronuncian sobre una barbarie evidente que prácticamente se puede seguir en directo. No queremos ver cosas tristes. No queremos más preocupaciones. Sí, todos tenemos nuestros problemas, y guerras siempre ha habido. Pero la gravedad de lo que está ocurriendo es inimaginable, y no somos conscientes de que la injusticia también se ha instalado dentro de nosotros.

El hambre ya no nos conmueve, básicamente porque no la sufrimos. No nos remueve el estómago ni la conciencia el hecho de no preguntarnos por qué todavía, en 2025, hay pueblos que padecen hambre. “Así funciona el mundo”, pensamos. ¿Y este es el mundo en el que queremos vivir? Los valores que se han ido construyendo a lo largo del tiempo ahora han quedado reducidos a una mentira. Las leyes internacionales que deberían proteger los derechos humanos están congeladas y no se manifiestan cuando más falta hacen. De hecho, haber llegado a este extremo hace pensar que la degradación de los valores más fundamentales empezó hace ya mucho tiempo. Ahora tenemos la evidencia delante de nuestras pantallas, y nuestro silencio confirma que esto ya es un hecho consumado.

Vivimos en un mundo donde el poder político y económico forma una red compleja que se ha ido alejando de los intereses de las personas. No podemos dejar todas las decisiones importantes en manos de quienes no velan por nuestros intereses más básicos. Si queremos un cambio, tendremos que dar todos un paso adelante, sin miedo.

Se ha hecho mucho daño, se han causado muchas muertes y mucho sufrimiento por parte de los más degenerados. Y me pregunto: ¿Qué puedo hacer? No cerrar los ojos, no olvidar, aprender, entender y estar en desacuerdo con lo que no me parece justo. Pero eso no es suficiente: también debo dar voz a lo que siento, porque no quiero quedarme en silencio ante la muerte de la sensibilidad humana.

** Foto: Bishkek, Kirguistán. 25 de mayo del 2025

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