No me parece justo. No. No me parece justo pensar solo en mis proyectos y apartar la mirada del horror. Temo que, si lo hago, acabe olvidando al pueblo palestino y a todos aquellos pueblos que sufren las consecuencias del mundo moderno. Las sociedades occidentales son responsables de estas acciones deshonestas contra Palestina. Y yo mismo me siento, incluso, culpable de pertenecer a un país de esa Europa que siempre ha querido dar lecciones de derechos humanos —pero ahora, ¿quién cojones le hará caso?—.
Me siento culpable de mirar imágenes de niños desmembrados, de muerte y de sangre, y después ser capaz de cambiar el chip y ponerme a hacer mis cosas. Pero la verdad es que no lo consigo. No logro concentrarme. Cojo la pluma y lleno páginas y páginas de pensamientos e ideas... Escribir es terapéutico, como la fotografía. Si no lo hiciera, implosionaría.
Veo dos opciones. La primera: olvidar que ahora mismo se está perpetrando un genocidio y refugiarme en mi propia realidad. Se supone que así tendría la mente libre para trabajar. La segunda: ser consciente de que tener proyectos es un lujo y que, ante la masacre del Estado de Israel contra el pueblo palestino, esos proyectos no pueden ser una prioridad. Y es que esta angustia me acompaña cada día, semana tras semana. Soy plenamente consciente de que, mientras duermo tranquilamente en mi cama, en silencio, están matando a personas de la manera más bárbara y mezquina.
La primera opción es inviable. Significaría renunciar a la humanidad, y sin humanidad la vida no tiene sentido. Yo, que celebro cada día estar vivo y poder disfrutar de lo que tengo, solo puedo optar por la segunda vía. La vida es un camino lleno de contradicciones que debemos aprender a encajar. Pero si nos aferramos a los valores fundamentales, a los derechos que nos corresponden como seres libres, entonces nuestros debates internos pueden darnos conocimiento, perdón y sabiduría.
Por eso sé que seguiré pasando algunas noches en vela, levantándome para escribir en mi libreta. Releer los textos de días anteriores me recuerda que sentirse afligido por la injusticia es un sentimiento noble. Y es un sentimiento que no quiero perder nunca.
** Fotografía: Muralla de Montblanc, Catalunya. 19 de agosto del 2025.
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