La capacidad de sentir del ser humano está por los suelos. Prácticamente ha desaparecido. El hecho de que tanta gente no se conmueva al saber que una población entera está sufriendo las consecuencias de un genocidio es un indicio claro de que hemos tocado fondo. No es exagerado decir que, al perder los valores humanos, hemos perdido el sentido del ser. Cuando se desprecia la vida de otros, también se desprecia la propia.
Es muy difícil encontrar un mínimo de empatía en las personas. Nos hemos alejado de la realidad como sociedad, pero también como individuos. Vivimos abrumados por una lluvia de interferencias que nos hacen perder el foco de lo que realmente importa y tiene valor.
Quiero destacar especialmente a aquellos que se encuentran entre la espada y la pared a la hora de hablar sobre el genocidio que está perpetrando Israel contra el pueblo palestino. Artistas, deportistas de élite y personajes públicos suelen firmar contratos muy restrictivos con las empresas con las que colaboran. Básicamente, les queda prohibido expresar su opinión sobre temas políticos, conflictos y, al parecer, también genocidios. Incumplir estas cláusulas puede conllevar la rescisión del contrato y multas elevadas.
Por eso es tan difícil ver a un deportista alzar la voz contra el genocidio del pueblo palestino, aunque ya no le queden uñas que morderse. Se arriesga a represalias, no solo por parte de las empresas, sino también al linchamiento de la opinión pública.
Los patrocinadores mandan. Entre la larga lista de cláusulas que figuran en los contratos, parece que no hay ninguna dedicada al apoyo de los derechos humanos. No hablamos de banderas. Hablamos de vidas humanas. Entonces, ¿qué valores deben aportar la cultura y el deporte? Es urgente aplicar con coherencia los principios humanitarios. Vivimos en un mundo muy corrompido por lo material y muy pobre en valores fundamentales.
Algunas plataformas organizadas desde el ámbito deportivo ofrecen una vía para que los atletas puedan expresarse de forma colectiva. Organizaciones legales como Palestine Legal (EE.UU.) y la ACLU (Unión Estadounidense por las Libertades Civiles) brindan defensa en caso de que estas expresiones sean penalizadas por universidades, clubes o legislaciones represivas.
Mientras sigamos valorando más el dinero que los derechos humanos, los intereses económicos acabarán pasándonos por encima a todos.
¿De qué lado quieres ser recordado?
El futuro juzgará los silencios. Si no puedes hablar solo, hazlo en colectivo. Rompe la autocensura. Apoya la vida.
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